domingo, 17 de febrero de 2013

LEYENDA


Los amantes que se convirtieron en piedra

    Estaba en un hermoso jardín del pueblo de Bungay, Inglaterra, observando una estatua de dos enamorados, cuando se me acercó un anciano. Parecía de la zona, llevaba gafas y un viejo bastón de madera.
    -Buenas tardes, mozo- me saludó el anciano.
    - Buenas tardes – le contesté.
    - ¿Conoce, usted, la historia de la estatua?- me preguntó mientras la señalaba.
    - Pues no, la verdad, ¿tiene historia? - respondí, algo sorprendido.
    -¡Por supuesto! Digamos, que es la leyenda del pueblo.
    - Entonces, adelante, cuéntemela.

   La historia comienza en este pueblo, Bungay, en el cuál, como ya sabrás, es famoso por su espesa niebla al caer la noche y por los hermosos canales que lo recorren, que hacen que recuerde a la hermosa Venecia. También, como habrás observado, el paisaje es todo de un color verde majestuoso. Antes, en lo más alto del pueblo, había un gran castillo – del cual se pueden observar ahora las ruinas- en el que se decía que vivía un extraño ser. Este ser salía a pasear por estos hermosos jardines que rodeaban al castillo al caer la noche. El pueblo le tenía mucho miedo porque se decía, que si te acercabas por la noche a los jardines y el monstruo te veía, tan solo con mirarte a los ojos te convertirías en piedra. Los ciudadanos estaban atemorizados por esta leyenda pero, aún así, alguno que otro subía a los parajes para dar un paseo, pero solo durante el día.

   Una tarde, una pareja de enamorados decidieron subir a los jardines del castillo para dar un paseo. Allí, a la chica se le calló una pulsera que su amado le había regalado. Cuando estaban a punto de llegar a casa la joven se dio cuenta que la había perdido:
    - ¡Dylan! He perdido la pulsera que me regalaste – le dijo la chica – Seguramente se me habrá caído en los jardines...
    - No pasa nada, ahora mismo vuelvo a por ella.
    - ¿De verdad? ¡Gracias! -respondió la joven con una sonrisa en los labios – pero ten cuidado con la bestia que dicen que aparece por la noche – y le dio un beso.
    - No me pasará nada, vete yendo para casa, que ya está cerca. ¡Vuelvo en seguida! - tras decir esto, el chico se fue corriendo hacia los parajes.

   Hacía, más o menos, dos horas que había caído la noche y empezaba a hacer frío. La luna estaba en lo alto del cielo, en su forma redonda, por lo cuál podía ver mejor el camino ya que solo estaba encendida alguna que otra farola.
   Cuando llegó, se adentró rápidamente y enseguida encontró la pulsera de plata, que brilla con la luz de la luna. Entonces oyó unos pasos y decidió salir rápidamente de allí. Pero el ser le atrapó, le cerró el pasó y le intentó mirar a los ojos. Él trato de que no captara su mirada, pero era atrayente, muy atrayente... entonces le miró y su corazón se paró.

   Claire estaba sentada en la cama mientras observaba el castillo desde su ventana. No podía parar de pensar en su amado. Se había ido hace horas a por la pulsera. Las 3:05. No debería haber sido tan caprichosa... si no hubiera dicho nada ahora él estaría a salvo.
   Ella no creía en la leyenda de la bestia del castillo, pero... podría ser cierta ¿por qué no? Estaba empezando a dudar ahora que pasaban y pasaban las horas y Dylan no volvía. Las 3:16. “La noche iba a ser muy larga” pensó la joven.

   Claire no había dormido en toda la noche. Sentía una fuerte angustia, como un nudo en el estómago y le dolía el pecho. Salió corriendo por la puerta de su casa y se dirigió a los jardines del castillo. Su temor iba aumentando cada segundo que pasaba. 
   Al llegar lo vio. Vio a su amado convertido en piedra. Sin duda era él y todavía tenía su pulsera en la mano. La joven fue corriendo a abrazar a la estatua y se echó a llorar. Así estuvo días, semanas, meses... El ser ya no salía de su castillo, seguramente su malvado corazón había logrado enternecerse tras ver el amor de los dos amantes. Pero, aún así, no podía soportar ese horroroso llanto, así que, un día, salió de su castillo por la noche. Se acercó a la joven y la tocó en el hombro. Y se hizo el silencio. El llanto había parado. Ahora los dos amantes se fusionaban en una sola estatua en la que permanecerá su amor para el resto de los días.

     - Desde entonces el monstruo no volvió a aparecer – concluyó.
     - Maravillosa historia.
     - Me alegro de que le haya gustado – tras dicho esto, el anciano se marchó.

   Me quede un rato pensativo, observándola. La verdad, la estatua era muy bonita, se notaba que los dos amantes se querían... Por fin, decidí irme. Me estaba empezando a entrar una terrible angustia.
     
                                     
                                                                                                                Inés Vega Buceta. 4ºB

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